Lomachenko vs Rigondeaux – Crónica de una gran decepción

AEBOX/Jose Luis Abad/ — Señoras y señores, cuando combates como el que se disputó ayer en New York y que despiertan tanta expectación se desarrollan de una forma totalmente contraria a como uno había pensado, no se sabe cómo empezar un artículo.

Ayer se enfrentaron dos de los boxeadores más grandes del momento realizando una sacudida tremenda en el mundo del boxeo. Dos estilos de boxeo letales y efectivos. Dos boxeadores inteligentes y duchos en el arte de pegar y que no te peguen. Una pelea que se pensaba que era una de las peleas de la historia del boxeo y que finalmente no va a pasar de ser un sparring bien pagado. En definitiva, un espectáculo penoso el que nos ofrecieron ayer los señores Guillermo Rigondeaux y Vasyl Lomachenko. Es mi opinión personal. Ayer estos dos boxeadores deberían haber hecho las delicias del aficionado, deberían habernos tenido en vilo y disfrutando de un auténtico boxeo delicatesen, pero no fue así en absoluto. Por el contrario, nos ofrecieron un combate aburrido, amarrado, carente de recursos, lineal, sin poder de pegada, sin esquivas de cintura, y lo más importante de todo, nos ofrecieron un combate exento de corazón.

El combate en sí no tiene mucha historia. Tras un primer asalto muy de tanteo, el cubano incomprensiblemente empieza en el principio del segundo asalto a embarullar la pelea con continuos agarres premeditados. El ucraniano nos empieza a ofrecer su imagen más fría de boxeo control, sin riesgos, sin meter bien las manos aunque en frente tenía a un hombre que, además de haber subido al ring muchos kilos por debajo y más pequeño, no ofrecía absolutamente ningún peligro.

Era la pelea perfecta para decir, “Señores promotores, se han equivocado en subir dos categorías a un boxeador para hacer una pelea mediática e histórica”, pero no. Ese deber era de Lomachenko, que debido a su superioridad debería haber acabado con el cubano en los primeros asaltos y dejar una imagen de completa superioridad, pero yo no lo vi así.

Vi a un púgil reservón, desconfiado, sin recursos para quitarse de encima los agarres de un desconocido Rigondeaux que estaba dinamitando por momentos su carrera y borrándose del mapa de los mejores de la historia. Que espectáculo más lamentable. Es evidente que el embarre de la pelea lo comienza el cubano, pero Lomachenko, casi siete kilos más pesado y mucho más alto debería haber impuesto su ley y haber arriesgado por el bien del boxeo, y dejar de lado su parte más reservona. Una pelea aburrida impropia de esos pesos y de la calidad de los boxeadores que había encima del ring.

El ucraniano hizo lo justo, midió lo que ofrecía el cubano, que fue nada, y se limitó a un boxeo control aburrido, sin chispa y cumplidor. Pues no, mi querido Vasyl, su obligación era pasar por encima del cubano de forma mucho más contundente, no como lo hizo usted anoche, al más puro estilo frío del Este de Europa.

El cubano no solo me ha decepcionado, me ha dejado muy triste, y muy solo en mi opinión hacia él, en defenderlo tanto como lo defiendo. Lo que hizo ayer el santiaguero es indefendible. ¿Que hubo lesión? Pues si usted no tiene corazón para seguir en la pelea pare usted el combate en el momento en que se rompe usted la mano. Entonces se acuerda uno de Miguel Cotto, con el bíceps descolgado en su última pelea y cómo iba hacia adelante para no defraudar a su público. Se acuerda uno de Orlando Salido, y de cómo le ha dado la vuelta a peleas que tenía perdidas y cómo ayer ante Mickey Román volvió a demostrar que tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Y me acuerdo de cómo un hombre con una sola mano, desde el segundo asalto de su primera defensa del campeonato de España superwelter, iba ganando una pelea que casi le cuesta la vida y de la que no quiso retirarse, como hizo el señor Don Antonio “Chato” Benítez hace algo más de un año.

Anoche no se vio boxeo en New York, se vio un espectáculo esperpéntico de dos boxeadores que pelearon como si no hubiese público a su alrededor. Anoche vivimos un retroceso en la evolución de nuestro amado deporte y todos debemos aprender de esto.

Resulta que ahora, Lomachenko es “Nomáschenko”. Si yo fuese el ucraniano estaría muy preocupado por este San Benito colgado de su batín, porque no lo veo un piropo bajo ningún concepto, es simplemente la definición de un boxeador increíble con unas aptitudes inigualables que gana a sus adversarios de forma a-bu- rri-da. Si el ucraniano sigue así, no pasará al Olimpo de los grandes campeones, y pienso que ya que tiene ese talento y esa calidad tan inmensos, debería sentarse a hablar con su equipo técnico y ver de qué forma puede convertir esa superioridad en victorias más contundentes.

Para mí los dos boxeadores son los culpables del pésimo combate ofrecido ayer, uno por no ofrecer nada de nada, y otro por no demostrar una superioridad manifiesta una vez enseñadas todas las cartas de su adversario.

Quiero dedicar este artículo a mi amigo Antonio “Chato” Benítez, lo tuyo sí que fue corazón y no lo que se vio ayer encima del ring del Madison Square Garden.

¡QUE SIGA EL ESPECTÁCULO!