Max Baer, un campeón extraordinario de una época extraordinaria — Por José Abalos

AEBOX/José Abalos/ — Por favor pueden mandar un doctor a mi habitación? Me encuentro mal,
– ¿Le importa que sea de casa?, contesta el recepcionista del hotel
Necesito un doctor de personas, no de casas, pero bueno si no hay otra cosa me apañare con él, contestó entre risas por parte de uno y otro el huésped del hotel.

Huésped de lujo que había venido a la ciudad aquel año de 1959 a arbitrar un combate de boxeo y que sufrió un ataque al corazón mientras se afeitaba, ataque del que fallecería a pesar de las atenciones del doctor «de casa» a la pronta edad de 50 años, habiendo sido por un tiempo, años atrás el hombre más fuerte, más guapo, más querido y el deportista que más dinero ganaba del planeta.

Fue el campeón del mundo de boxeo del peso pesado en un combate que se recordará para siempre celebrado en plena depresión americana , en 1934 .
Un combate que a veces, pareció una pelea entre pandilleros y otras veces un combate de lucha libre.

En aquellos años no se respetaba el conteo arbitral, ni lo ir a la esquina neutral.

Doce veces, doce!! cayó a la lona el boxeador que a la postre perdería el título del mundo , el gigante italiano Primo Carnera dejando su legado al que unos llamaban el payaso , otras el bello , el adonis judío …Max Baer .

No hace mucho, cierto campeón mundial actual, ha dicho bien de broma, entre amigos, entre chanzas, que le faltaba un cuerpo, un fallecido sobre el ring para aderezar su carrera de boxeador profesional.
Si este actual campeón pudiera aprender algo de aquel señor, de aquel caballero nacido en 1909 llamado Maximilian Adalbert Baer. Además de modales, estilo y saber ser y estar, aprendería a no decir estupideces aún en petit comité.

Max Baer podría explicarle el dolor profundo que supone matar accidentalmente a un rival sobre un ring, podría explicarle como el año de 1930, según los médicos desconecto literalmente el cerebro del cráneo a golpes rompiendo todo cuanto une, uno y otro en el quinto asalto.

Como estuvo más de media hora sobre el ring, esperando la ambulancia para su rival , como pasó la noche junto a los familiares de su oponente , Frankie Campbell , hasta que este murió, cayendo en una profunda depresión que a punto estuvo de alejarle definitivamente de este deporte. Que le hizo perder varios de sus siguientes combates, incluyendo uno disputado a 20 asaltos frente al regiltarra Paulino Uzcudun.

Caballero y con un alto sentido del deber y del honor, costeó los estudios de los hijos de su fallecido contrincante y mientras estuvo en vida, la viuda de Campbell jamás tuvo estrecheces económicas.

Como las desgracias no vienen solas, poco antes de su combate mundialista vapuleó a Ernie Schaaf, rival que le había vencido años antes y al que en esta ocasión propinó un golpeo descomunal, no en vano, es uno de los mayores pegadores de la historia.

De tal manera que a partir de ahí Schaff padeció mareos y jaquecas constantes, muriendo tras un combate contra Primo Carnera.

Este accidente entremezcló el combate contra Baer, una meningitis mal curada y el detonante de los puños de Primo Carnera «el gigante de los Alpes» con más de dos metros de altura, 125 kg de recia musculatura y como detalle, un 50 de medida de pie.

Conquistador, buen vividor, elegante y sabedor de su atractivo, se le veía en la ópera, en las carreras de caballos, en los lugares de moda.
Hacía bueno el dicho de «no basta con ser un campeón, además hay que parecerlo “, y vaya si lo hacía, tanto que apenas mantuvo el título un año, cediéndolo por puntos en una de las mayores sorpresas pugilísticas de todos los tiempos, ante James J. Braddock, el conocido «hombre cenicienta”.

Max Baer siguió combatiendo varios años mas pero ya nunca optó al mundial, entre otras cosas porque se adueñó de éll, Joe Louis, «el boxeador del largo reinado”, campeón mundial pesado durante once años y ocho meses .
Se dedicó al cine, a los negocios, a árbitro de boxeo, atravesó el país recogiendo premios, homenajes, reconocimientos de toda índole, pero le sobró el recuerdo de aquel cuerpo que llevó toda su vida con él y que nunca hubiera deseado tener de acompañante, pero que llevó con todo respeto y cariño.

Hubo un tiempo en que todos los aprendices de boxeadores sabíamos los nombres de pesos pesados campeones mundiales desde Jack Johnson hasta Larry Holmes y Max Baer, aparece como un campeón extraordinario de una época extraordinaria, como un romántico, un duro romántico de una época dura y romántica.
Y porque no decirlo, mucho mejor que ahora en calidad y en señorío.

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