Sergio Nuñez Vadillo – La boxeadora que nunca bajaba la guardia.

AEBOX/Sergio Nuñez Vadillo/ — El verdadero significado de esta historia se encuentra donde el lector menos podía esperarlo: porque uno no encuentra lo que busca, sino lo que la realidad le entrega.

Hace algunos años, cuando entrenaba boxeo, empezó a asistir a las clases boxísticas una chica de unos 19 años, menudita, algo arisca y antipática, pero que golpeaba el saco con virulencia y participaba activamente en todas las clases. En los entrenamientos se le notaba la rabia contenida en su interior, y, el saco, el punching o su oponente de cuadrilátero eran cómplices de su aguerrido temperamento y pasión.

Un día pregunté al dueño del gimnasio sobre la procedencia de esta chica y sus propósitos de practicar el noble arte del pugilismo. Y este me contestó: “hace unas semanas vino con su madre a preguntar sobre deportes de contacto porque quería apuntarse debido a que el psicólogo se lo había recomendado; pues estaba bajo tratamiento debido a una fuerte depresión, y el boxeo es un excelente deporte para aumentar la autoestima, la confianza y seguridad en uno mismo, a parte de canalizar la agresividad, soltar adrenalina, generar endorfinas y servir como desahogo. Por eso está aquí como terapia emocional”.

Según iban pasando las semanas la joven boxeadora se encontraba cada vez más integrada en el grupo e iba aprendiendo los golpes característicos del pugilismo, si bien donde más disfrutaba era golpeando al saco.

Una vez que había aprendido los golpes y la normativa boxística, se la enseñó a mantener la guardia siempre alzada y a encontrar la distancia respecto a su rival, dos condicionantes imprescindibles en la técnica del púgil. Aunque en su vida diaria pasaba algo parecido porque asiduamente tenía que mantener la guardia alta y cuidar la distancia con sus oponentes para no ser golpeada con improperios y prejuicios físicos.

En el gimnasio su pareja solía ser otra chica del mismo nivel, pero en algunas ocasiones se la emparejaba con algún chico para que se pudiera soltar. Era ahí cuando ella sacaba lo mejor de sí misma para concentrarse e intentar asestar golpes al oponente que no se achantaba por el simple hecho de ser una chica. En boxeo se trata a todos por igual. Es por ello que nuestra protagonista se sintiera valorada e integrada en el grupo, y lo que ello conlleva: amistad, compromiso, lealtad, compañerismo… Pues, la pertenencia a un grupo que lucha por una causa común aporta un sentimiento de protección, seguridad y, por ende, eleva el amor propio; de ahí que la boxeadora se implicara y colaborara en el desarrollo de la inteligencia colectiva, ya que en su vida diaria y estudiantil únicamente podía desarrollar la inteligencia individual.

En la encrucijada del cuadrilátero la única manera de mantenerse firme es enfrentarse con autentico valor cada desafío, solo creyendo en nosotros mismos y nunca bajar los brazos, eso implica mantener la guardia siempre alzada. Por ello, la boxeadora protagonista de este relato intentó extrapolar su lucha en el ring para ganar su combate más difícil: la pelea de la vida.

Al cabo de varias semanas la chica se convirtió en otra persona: se había liberado de sus complejos, reforzado su autoestima, aumentando su confianza y se sentía más segura y a gusto consigo misma. Si bien para conseguir ese objetivo había tenido que romper varios tópicos y callar la boca a todos esos ignorantes que piensan que el boxeo es un deporte solamente de hombres brutos y marginal; quizás lo dejaran de pensar si se enfundaran unos guantes y se subieran a un cuadrilátero, pero para hacer eso primero hay que tener valor y honor. Y es posible que de eso anden algo escasos.

La realidad tiene más caras de las que a veces queremos ver. Ella había elegido la ética en lugar de la estética, que tanto la había dañado por sus complejos. Si algo bueno tiene el boxeo es que están prohibidos los golpes bajos, en la vida no es así.

John Maxwell, un gran motivador, escribe: “Los campeones no se convierten en campeones en el cuadrilátero, simplemente se les reconoce allí. Si usted quiere ver cómo alguien se forja como campeón, mire su rutina diaria. Usted puede trazar el plan de una pelea o el plan de una vida, pero cuando comienza la acción, usted depende de sus reflejos. Allí es donde se demuestra el trabajo que ha hecho durante cada día. Si hizo trampas en la oscuridad de la madrugada, la gente se va a dar cuenta ahora bajo las luces brillantes”.

No sé que habrá sido de esta chica boxeadora, ni los golpes que haya tenido que esquivar o soltar en la vida, pero de lo que estoy seguro es que el boxeo, al igual que a mí, le ha permitido entender la vida de otra manera.

¡Segundos fuera!