Pedro Carrasco – Verde y oro en la época del blanco y negro

AEBOX/Juan Álvarez/ — Años 60 del siglo XX español. Una generación entera comenzaba a olvidar (o soterrar) los fantasmas de la guerra, las ejecuciones en la tapia del cementerio, llantos de viuda que un paño de engcaje negro no puede ocultar, el pan negro que nos recordaba día sí y día también la historia de un fracaso colectivo que atenazaba los estómagos de nuestros
abuelos. Silencio, lámparas de gas a medio encender y voz entrecortada.

Mareas de emigrantes con maletas de cartón como única patria dejaban atrás a su familia con “Suspiros de España” en la cabeza, un nudo en las tripas, lágrimas en el rostro y una daga en el corazón. Una efervescente clase media comenzaba a aglutinarse en nuestras ciudades. España comenzaba a conocer los televisores, frigoríficos y comodidades de un primer mundo del que no nos sentíamos partícipes del todo; el arado
dejaba paso a los monos azules y cuellos blancos de nueva sociedad de clases medias con coche propio y apartamento veraniego. La cultura gris y nacionalcatólica dejaba paso (no sin resistencia numantina) a estampados de flores y a la locura en los aeropuertos para conocer a estrellas de cine y música. El advenimiento en 1965 de cuatro muchachos de la clase obrera de Liverpool que, con sus pelos milimétricamente despeinados y sus patillas prominentes nos hacían darnos cuenta de que comenzábamos a ser parte del mundo. En este claroscuro entre el mundo viejo que no acababa de morir y el nuevo que no acaba de nacer, un monstruo boxístico apareció en el panorama español para acabar encumbrado como icono nacional.

Pedro Juan Carrasco García llegaba al mundo en Alosno el 11 de julio de 1943 de nuestro señor en una familia prototípica española. Su vertiente trotamundos daba sus primeros pasos a la tierna edad de ocho años, cuando se debía trasladar a Sevilla con su familia. Tras escasos 12 meses en la ciudad de la Real Maestranza, partía con sus padres a Sao Paulo. Con 14 años ya estaba trabajando y con 16 comenzaría su predicamento sobre el altar del cuadrilátero; su primer púlpito, el del Club Amateur Mazoni.

Italia, cuna del Renacimiento, fue el primer país que disfrutó de la bestia en ciernes que era Carrasco. 10 combates entre 1962 y 1963 en Milán, Módena y Turín se saldaron con pleno de victorias en el zurrón de nuestro compatriota, cuya siguiente misión era ser profeta en su tierra.

Su debut en la madre patria fue un 2 de agosto de 1963 en la plaza de toros de las Arenas en Barcelona contra Manuel Carvajal, a quien doblegó a los puntos tras la distancia pactada de ocho episodios. Un traspiés en su decimotercera pelea (dato no apto para supersticiosos) no deja de ser una mera anécdota por todo lo que acontecería en lo sucesivo: en los siguientes ocho años acumuló un récord de 103-1-2 con un hilo de combates sin perder de 93. Carrasco era un titán boxístico en un mundo de hombres y en una época en la que los proletarios de guantes de crin de caballo no eran más que cabezas de ganado para promotores cuasi esclavistas.

El 5 de noviembre de 1971, casi una década después de su debut profesional, llegaba el combate que marcaría para siempre la vida de Carrasco. Ken Buchanan había rechazado defender su cinturón contra Carrasco y el presidente del Consejo Mundial de Boxeo Justiciano Montano se lo retiraba. Mientras que Ken Buchanan volaba a Panamá para pleitear contra Ismael Laguna, el último obstáculo que habría de salvar Carrasco era
Mando Ramos, el rival que define el final de su carrera.

“Gran expectación, nubes de fotógrafos y un homenaje a las viejas glorias del boxeo, entre ellos Uzcudun, en el combate que van a disputar Pedro Carrasco y Mando Ramos para el campeonato mundial de los pesos ligeros” con estas palabras el locutor del NO-DO narraba el histórico momento que el boxeo español iba a presenciar.

Entre cuatro esquinas patrocinadas por ponche Soberano y rodeados por una proto jet- set transcurre el pleito. Desde el primer momento Mando Ramos es superior a Carrasco, y un primer golpe en el primer asalto conecta sobre un frío Pedro que conoce la lona.

Se suceden los asaltos, se suceden las caídas. Pedro no consigue abrir la jaula de Ramos que hasta en cuatro ocasiones hace que la humanidad de Carrasco acaricie el terciopelo del ring. En una de estas ocasiones, el árbitro tiene que ayudar a Carrasco a recuperar la verticalidad. En el transcurso del combate, el tercer hombre sobre el ring advierte reiteradas veces a Ramos, que, a juicio del réferi, tiene de sucio lo mismo que de efectivo.

En el duodécimo episodio la paciencia del árbitro se acaba y de manera
sorpresiva descalifica a Mando Ramos. Pedro Carrasco es nuevo campeón del mundo del CMB del peso ligero. El tercer campeón del mundo español tras Sangchili y Pepe Legrá. A pesar de todo, el CMB no termina de reconocer la decisión del árbitro y coloca a Ramos como rival para su primer compromiso de defensa.

En el Sports Arena de Los Ángeles Carrasco se enfrentaba a Ramos y a la Historia. El 18 de febrero de 1972 Carrasco debe superar la fatídica muralla que a tantos grandes boxeadores ha noqueado a lo largo de la historia del pugilismo: la primera defensa del título mundial. Si el primer pleito estuvo cargado de polémicas por la decisión arbitral de descalificar a Ramos, la segunda no estaría exenta. Con puntuaciones de 142-145 y 144-142 Carrasco pierde a los puntos a pesar de que había neutralizado a Ramos durante
todo el combate manteniéndolo a raya con su jab. Se ordena una nueva disputa entre ambos que cierre la trilogía.

La batalla final por el cinto CMB de las 135 libras se daría el 28 de junio de ese mismo año. Mientras que en el ala AMB de la división un devorahombres conocido como “Manos de piedra” aniquilaba a Buchanan, Ramos y Carrasco volvían a enfrentarse en Madrid por el cinto verde y oro. Ya en color, en el primer asalto el calzón blanco y negro de Carrasco tocaba la lona. Una espectacular combinación de recto de derecha y cruzado de izquierda impactaban sobre la testuz de Carrasco, que intenta agarrarse a las cuerdas pero acaba cayendo. A pesar de que Ray Solís comienza la cuenta de protección, Carrasco no tarda en levantarse del campo de batalla, ajustarse el yelmo y volver a la guerra. Pedro se levanta y camina al centro del ring, donde ejecuta e impacta con virulencia tres crochés de izquierda arriba y abajo sobre Ramos. A pesar de que Carrasco ya va abajo en las tarjetas, a base de golpes está dispuesto a recordarle a su oponente que, para dar, uno debe estar dispuesto a pagar el precio de recibir. Suena la
campana y cada uno a su esquina.

Segundo asalto y repetición del primero. Faltando pocos instantes para la conclusión de este segundo capítulo, Ramos combina derecha-izquierda sobre un Carrasco que vuelve a caer. El onubense se vuelve a levantar y vuelve a exigirle el peaje a Ramos por el daño que le procura. Suceden los asaltos, que se decantan de manera igual a ambos lados, como si la
puntuación de 10-9 fuese dada por un metrónomo y no por jueces. Todo parece indicar que se llegará de nuevo a una decisión ajustada de igual manera que en el pleito anterior.

La novela pugilística que escribieron de manera conjunta Ramos y Carrasco para cerrar una trilogía histórica llega a su capítulo 15. Extenuados, con los ojos cerrados el uno, con cortes el otro, la extenuación les hace desfallecer y el corazón les hace mantener la verticalidad. Carrasco está a punto de caer pero su mandíbula aguanta, aunque tiene que recurrir al agarre. Termina el combate. Por decisión dividida, Ramos vuelve a coronarse como campeón CMB de las 135 libras.

Dos veces más se subirá Carrasco al entarimado de 12 cuerdas. Dos victorias más para un récord elefantiásico con más de un centenar de victorias, sólo tres derrotas y ninguna de ellas por la vía del cloroformo. El 1 de diciembre de 1972 el boxeo español y mundial le decían adiós a Carrasco tras diez años de entrega sobre el ring.

Tras alejarse de los guantes, el rostro de Carrasco cambia el papel satinado de la revista The Ring por el amarillismo sensacionalista de la prensa del corazón. Pedro, ídolo nacional e icono pop por aquellos entonces, a partir de ahora será conocido por ser el marido de la Chipionera Rocío Jurado y más tarde por volver a casarse con Raquel Mosquera.

En los albores de un nuevo milenio, un día como hoy (27 de enero de 2001), Pedro Carrasco abandonaba este mundo con una trayectoria vital que un simple mortal solo podría igualar en tres vidas. Tras su colección de títulos nacionales, continentales y mundiales, su estrella se apagaba para colocarse a la derecha del padre con la satisfacción del deber cumplido.

El legado de Carrasco sigue presente. Un poso mudo, silencioso y casi imperceptible de lo que fue y representó para el boxeo español y la creciente cultura de masas española estará siempre en deuda con él. Más allá de cinturones y alegrías deportivas, Pedro Carrasco cargó sobre sus 135 libras naturales la carga de un país que quería ser moderno. Pedro Carrasco hizo ver a un país que no eran peores que nadie. Que habían llegado.

España era un país más. Sus golpes sobre el rival era la alegoría de un país que aporreaba un viejo portón de roble exigiendo libertad. Carrasco nos dio boxeo, pero también esperanza. Carrasco fue el hombre que salió de un país en blanco y negro y al que obsequió con el premio más grande para un boxeador, el cinturón verde y oro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *