El boxeo ha sido la vida de Floyd Mayweather.

ESPN/ — El boxeo ha sido su vida desde el primer día que vio la luz, y ha sido gracias a sus éxitos en este duro deporte que su nombre, Floyd Joy Mayweather, figura hoy en lo más alto de la lista los atletas mejores pagados en el orbe.

Lleva el pugilismo en las venas, hijo pródigo de una familia de boxeadores, medallista olímpico, siete veces campeón mundial en cinco diferentes divisiones, originario de Grand Rapids, Michigan, poseedor de una técnica envidiable, figura polémica y a la vez esencial en un deporte en el que quien gana el que pega y no deja pegarse.

Personaje que escenifica la grandeza del boxeo americano, un virtuoso del deporte que más campeones ha dado al deporte estadounidense, pero también un hombre vanidoso, presuntuoso y para muchos hasta engreído.

Floyd Mayweather ha hecho de la victoria una forma de vida, y del dinero un bien casi necesario para sobrellevar un estilo lleno de mucho, de mucho de todo y en el que no pueden faltar mujeres, autos lujosos, grandes fiestas y, sobre todo, trabajo duro y dedicación para poder disfrutarlos y conservarlos.

Pero no ha sido fácil llegar a la cima. Más bien ha sido una ruta complicada para poder mirar por el hombro a todos aquellos que le reclaman su forma de ser mas no su talento sobre el ensogado.

Apenas hace unas horas, Floyd Mayweather recordaba a Frank Brown, un casi benefactor al que llamó padrino y que le estuvo apoyando desde los tres años hasta tocar la cima. Un ente necesario en una vida difícil en la que tuvo todo el tiempo a sus padres y a los que mucho tiempo pudo reprochar la primera parte de su vida.

Pero a Floyd su padre, del mismo nombre, le dio a Floyd el único tesoro que tenía: el boxeo.

Mayweather Sr. le enseñó a su hijo la defensa, y después la ofensa. Poco a poco fue dándose cuenta del talento que tenía Joy y lo encaminó hacia la disputa de campeonatos nacionales y después los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, donde más que ganar el bronce, perdió el oro tras una decisión polémica que no ha podido olvidar casi 20 años después.

Pasó al profesionalismo, se olvidó de todo lo malo que había pasado en su carrera, en su vida. «El boxeo es algo fácil, la vida es mucho más difícil», diría tiempo después, pero también adoptaría una frase que lo llevó lejos, muy lejos. «Vengo de un pasado verdaderamente duro, pero siempre dije que si trabajas duro y te dedicas, puedes lograrlo».

Floyd debutó un 11 de octubre de 1996, noqueando en dos rounds al mexicano Roberto Apodaca en la división de los súper plumas. Ligó rápidamente 17 triunfos y ascendió rápidos en las clasificaciones hasta ser elegible para disputar una faja mundial, momento que llegó en octubre de 1998, cuando se echó al hombro el primero de sus cinco cetros del CMB que ha conquistado hasta ahora. Ese día noqueó al ya fallecido Genaro ‘Chicanito’ Hernández.

Tras ese momento de gloria, no hubo prácticamente descanso para Floyd. Defendió en ocho ocasiones el fajín verde y oro de las 130 libras, incluyendo triunfos sobre los durísimos Jesús Chávez y Diego Corrales, para saltar a la categoría de los Ligeros, ya en 2002, donde padeció primero contra el mexicano José Luis Castillo, a quien venció de forma polémica en el primero de dos enfrentamientos.

Una vez librada la aduana en las 135 libras, viajó rápidamente a las 140 para enfrentarse al guerrero Arturo Gatti, quitándole en una maravillosa demostración el cetro Superligero del CMB en 2006. Un año después, subió a las 147 libras para apartar del camino a Zab Judah y Carlos Baldomir para ceñirse los cetros Welter CMB y FIB antes de tener su momento de gloria, enfrentando a Óscar de la Hoya en 2007.

Ese combate con el ‘Golden Boy’, el 5 de mayo en el MGM Grand de Las Vegas, representó la revancha que Floyd había buscado, y no porque hubiera perdido ante con Óscar, sino porque esta vez nadie le iba a robar el oro y lo consiguió. Ganó por puntos a De la Hoya y se echó a la cintura el cetro Superwelter del CMB. Pasó ser el lado B de la ecuación al lado A, y las cosas cambiaron.

Tras apartar a Top Rank del camino, comenzó a tomar las decisiones que quería en el boxeo y comenzó a sumar más y más millones en sus cuentas y más y más victorias en su récord hasta llegar a ser considerado el mejor libra por libra del mundo.

Para cerrar 2007 noqueó a Ricky Hatton y tomó un largo descanso de 19 meses para volver en 2009 ante el mexicano Juan Manuel Márquez, a quien derrotó con autoridad por la vía de las tarjetas. Después del ‘Dinamita’ sumó a la lista de víctimas a Shane Mosley, Víctor Ortiz y Miguel Cotto antes de enfrentar otro lío, esta vez fuera de los ensogados.

Acusado de violencia doméstica, Floyd fue encarcelado en 2012 en Las Vegas. Aunque originalmente su estancia sería de tres meses, finalmente fue liberado antes pero no evitó que su marca perfecta en el ring quedara manchada por su vida fuera del ensogado.

Volvió a la carga Mayweather pero sólo para hacer más ruido. Además de sus fotos y videos con carros lujosos, gastando miles en tables dance, viajando por todo el mundo en su avión privado, llegó un contrato histórico para el boxeo. Firmó seis peleas por un mínimo garantizado de 200 millones de dólares y retomó la batuta.

Venció entonces a Robert Guerrero, Saúl Álvarez y un par de veces a Marcos Maidana para mejorar su marca a 47-0 y, entonces sí, sacar el as bajo la manga y apuntar hacia el esperado combate ante Manny Pacquiao, a quien había ofrecido dos veces la pelea en los últimos cinco años sin tener respuesta afirmativa.

Con los ojos del mundo hacia su persona, finalmente Mayweather dio el sí a Pacquiao y además de tener la garantía de que una victoria le dará un lugar entre la crema y nata del pugilismo, su nombre quedará grabado como el atleta que más ganó por una pelea, con una cifra que podría rondar los 180 millones de dólares, además de ser el tipo que ostenta los récords de taquilla, pague por ver, circuito cerrado y cualquier marca que pueda haber en el pugilismo.

Lo que busca Mayweather, aquel que no tuvo la mejor de las infancias, cuya herencia en vida fue el boxeo y que ha aprendido a ser tan querido como odiado, no será menos que la inmortalidad, aquella de la que gozan otros boxeadores de la talla de Sugar Ray Robinson y Joe Louis, no será menos que el brillo que hoy tienen nombres como el de Michael Jordan en la historia del deporte estadounidense, porque vencer a Manny Pacquiao, simplemente será la cereza en el pastel para un hombre que ha demostrado con hechos, que todo se puede ganar con trabajo duro y dedicación.