Haney vence pero no convence en el tramite ante Gamboa

AEBOX/Juan Alvarez/ — La división más turbulenta del boxeo actual, la de los pesos ligeros, conoció anoche otro capítulo en su búsqueda del campeón indiscutible e indiscutido en las 135 libras. Semana tras semana estamos asistiendo a un talent show en el que los principales espadas de la división vencen a sus rivales y se postulan para ser el último hombre, al final del camino, que sostenga en su cuerpo todos los cinturones que se reparten para esta categoría.

Después de que Teófimo López venciera a Vasyl Lomachenko y de que Gervonta Davis hiciera lo propio con Leo Santa Cruz, era el turno del campeón (uno de ellos) del CMB, Devin Haney, que defendía el cinto verde y oro nada más y nada menos que ante el especialista olímpico Yuriorkis “Ciclón” Gamboa. Después de la sobresaliente actuación de sus homólogos ligeros, la pasada noche del 7 de noviembre en Florida, Haney tenía la misión de vencer y, sobre todo, convencer.

Presentaciones de rigor. Haney, espigado, tranquilo y enfundado en un precioso calzón violeta y oro frente a Gamboa, más pequeño, recogido y robusto como tronco de roble. Por la proximidad a la isla soberana, podría decirse que Gamboa, de calzón azul marino decorado con salmo bíblico, jugaba en casa. Tenía la oportunidad de volver a reconquistar un título y de demostrar que puede estar en la terna de los grandes nombres de los ligeros. Solo un año atrás, de hecho, consiguió poner en aprietos al todopoderoso Gervonta Davis, que, a pesar de que Gamboa peleó con un tendón de Aquiles roto, le aguantó prácticamente los 12 asaltos.

Comienza el combate. En un principio de esta esperada reunión de puños, Gamboa parece querer copar el centro de las operaciones en el ring. A simple vista, se mueve lento, casi con movimientos mecánicos, pero dando seguridad en los pasos. Haney, por su parte, pulula como un fantasma a su alrededor, con la gracilidad y la rapidez en el pisar de un ser etéreo. Desde la distancia, la suya, a la que no llega Gamboa, aterriza sobre su rival con rápidos jabs que prácticamente no se ven pero dejan tras de sí el sonido del látigo. Gamboa no encuentra respuesta. Suena la campana y ambos a su esquina para el minuto de reflexión.

Siguen las hostilidades. Donde antes veíamos seguridad en los pasos de Gamboa ahora comenzamos a percibir dificultad en el andar, casi arrastrando los pies. Estilo impropio para quien puede ser considerado como uno de los últimos exponentes de la escuela cubana de boxeo y que le llevó a ser medallista olímpico. Haney por su parte está tranquilo. Sabe que a poco que explote sus cualidades y las debilidades de su rival, la pelea se le puede poner desde el principio de cara. Le da igual ocupar el ring o transitar las cuerdas. Su estrategia no cambia. En los breves momentos en los que el pleito se va a la distancia de la verdad, la corta, el intercambio de plomo no favorece a nadie. De nuevo a los bancos.

Como el día de la marmota, los asaltos comienzan a ser una concatenación y repetición de acciones. nada comienza a cambiar. Lo expectante de Haney se convierte en cierta tranquilidad rutinaria, cuestión de tiempo, sabedor de que la pelea es un trámite hasta llegar a la decisión de los jueces. Se comporta como el directivo que, montado en el metro, ojea el New Yorker y su edición dominical sin mirar cuántas paradas faltan para llegar a su destino, sabedor de que su instinto le hará bajar en el momento indicado. La esquina de Gamboa tiene otros problemas. Durante los minutos de reflexión y entre los ánimos de su entrenador, el ciclón cierra los ojos, pensando como decían Presuntos Implicados “Cómo hemos cambiado”. En ese minuto que se puede hacer eterno, Gamboa es plenamente consciente de que ha llegado su senectud boxística; abajo en las tarjetas, es incapaz de ajustar su estrategia. Su entrenador le ha dicho que intercambie en la corta distancia pero ya no tiene los medios para romper el jab de su rival; cuando Haney lanza un doble directo y sale en desplazamiento hacia fuera, su cintura no es capaz de seguir la jugada, a la que llega los 5 segundos tarde que diferencian a los retadores de los campeones. Gamboa, en definitiva, es ese hombre que, el domingo por la mañana, comienza a ser consciente de que su juventud ha pasado.

Se acerca el final del combate y la monotonía se apodera de todos los integrantes del pelito. Haney intenta noquear a Gamboa, pero el cubano se ha convertido, para bien o para mal, en un tancredo que no se inmuta para la ofensiva ni para la defensiva. Haney pasa del jab a restallar cuero, pero no da resultado. Gamboa está físicamente pero no mentalmente y produce una cierta calma trágica que deja un sabor metálico en el paladar del aficionado que siempre vibró con él y alentó la violencia de sus puños.

Termina la batalla. Agridulce. Trámite administrativo para un Haney que tiene una alegría contenida en medio de una Arena enmudecida por presentarse sin público y por lo escueto del espectáculo que se acaba de presenciar. En las tarjetas no hay polémica ni nada que sea reseñable de comentar. Dos de los jueces le dan todos los asaltos a Haney, mientras que uno de ellos le da 2 a Gamboa, decisión que se parece más a un gesto de respeto que a la disección de lo aportado por el de Guantánamo a lo acontecido hace pocos momentos. Haney mantiene su cetro del CMB.

Se abren una serie de interrogantes para Haney en la división del peso ligero y es que, mientras que sus más aguerridos rivales llevan semanas protagonizando auténticas batallas de las que han salido victoriosos, él no ha podido contra un veterano de 38 años al que sus problemas de tendón le han hecho arrastrarse dentro de las 16 cuerdas. Teófimo ganó a un aparentemente invencible Lomachenko y, como se suele decir, le “llevó a la escuela”; Gervonta Davis hace solo una semana arrolló con uno de los golpes del año a un guerrero azteca campeón en cuatro divisiones y que le iba poniendo las tarjetas muy apretadas: sus rivales vencieron y convencieron. Haney, por su parte, en esta pelea no ha mostrado las credenciales que se le suponen a un campeón del CMB. No ha sido capaz de ajustar ni de noquear a Gamboa; a pesar de que ha llegado bien preparado, le ha faltado frescura; sus acciones de ataque han sido muy intermitentes y no ha sido capaz de sacar trabajo de manera continuada… grandes retos que ha de solventar con rapidez si quiere acometer la soberana empresa de la unificación de coronas.

Teófimo y Gervonta vencieron y convencieron. Haney venció pero no convenció. Pronto pelea Ryan García contra Campbell y Linares sigue contando en la división. En este talent show, todos están esperando el momento de que suene su canción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *