AEBOX/Juan Álvarez/Foto. Simona Cinconze/–Lo único más difícil que ser el mejor de todos. Ser el mejor de todos en todo. La universalidad de la supremacía sobre el resto. Tras la coronación de la colina del horizonte a la que nos lleva la senda de la utopía encontrar una nueva cañada por la que transitar, una nueva cima que coronar. Xavi Moya lo hizo todo.
Francisco Javier Moya, que ha completado a velocidad infinitesimal la transición a leyenda, vio por primera vez las luces de este mundo en Barcelona un 23 de noviembre de 1967. En la ciudad en la que los ensanches de Ildefonso Cerdá y la naturaleza hecha arquitectura de Gaudí se fusionaban con los senderos pedregosos y los tejados de cinc Moya creció. Su historia de aproximación con los deportes de contacto, como la de tantos otros, se relaciona con la autodefensa. En el estado hobbesiano y de lucha por la vida que sufrieron las clases populares del tardofranquismo patrio, una agresión a nuestro protagonista le empujaron a entrar en un gimnasio, sin saber que este pequeño gesto, cruzar el umbral de un humilde centro de entrenamiento, se transformaría en su particular Rubicón, su acción definitoria, la que le transformaría en el hombre que fue y será por los siglos de los siglos.
Activo, polifacético, curioso como pocos, su gusto por las artes marciales y los deportes de contacto hicieron de el un pasajero de tránsito en muchos de estos deportes: kung fu, full contact, MMA, Wushu, Kick Boxing…) a cada nuevo triunfo, tras despojarse de cada uno de los cinturones que diversas organizaciones y deportes le otorgaban, cambiaba de estación, de disciplina, en la búsqueda de la perfección de la totalidad, en un nuevo apartado en el arte de la guerra.
En la dulce ciencia su debut se daba un 11 de Junio de 1992 contra José Manuel Varela en la Sala Barcalles de Barcelona venciendo antes del límite. Afianzado de manera notoria en los pesos medios patrios consiguió el título español de los pesos medios contra Rafael Marín solo dos años después de aterrizar en este deporte venciendo por KO técnico en el mediodía de un combate pactado a la distancia de diez episodios, y con esta gesta nuestro querido Moya coronaba otra cima, cima vital para el resto de los mortales, un capitulo más entre muchos para los elegidos como él.
España quedaba diminuta ante el boxeo de Moya y su presencia, por lo que da el salto a las ligas internacionales donde consigue conquistar el Intercontinental Medio IBF contra el germano Bahre Ahmeti en Aquisgrán, lugar donde un día fue coronado Carlomagno y que el 12 de abril del 97 veía coronarse a Moya.
La inmensidad de la carrera de un púgil ha de medirse no en sus victorias o derrotas de manera fría y estéril, apartadas de toda estadística aparejada a ésta; los nombres, la situación, el momento en el que se dio el combate. La carrera de Moya se puede medir por los púgiles a los que enfrentó, entre los que destaca de manera evidente todo un doble campeón del mundo como Javier Castillejo, contra el que hincó la rodilla en combate singular por el título EBU de la Unión Europea.
Moya tendría tiempo para predicar en el altar de dieciséis cuerdas en tres ocasiones más para terminar con un récord en el boxeo de (25-9-2).
Retirado de la actividad profesional comienza la etapa más importante de su carrera, aquella en la que nadie brilló como él. Su sonrisa impecable, rostro amable engarzado de manera exquisita en un cuerpo hercúleo que se mantenía esculpido de la misma manera que en sus días de gloria sobre el ring, se dedicó a inspirar como los grandes, con su propio ejemplo. a todo aquel que quiso cruzar las puertas de sus gimnasios para llegar más allá de donde él llego, porque los buenos maestros anhelan por encima de todo que sus pupilos les superen a ellos.
El 7 de octubre nuestro planeta dio más de una vuelta al sol para el mundo del boxeo. Xavier Moya, peregrino del deporte de contacto, profesor incansable y enamorado de la atmósfera del ring como peleador y del gimnasio como profesor, nos dejaba. Nos dejaba un ejemplo de compromiso con uno mismo, con el deporte y la entrega que requiere, de quien dejaba todo en cada salto a la comba y combinación de golpes al saco, en la lección al neófito, como fe de su compromiso ineluctable de una pasión que muchos viven y solo unos pocos, como nuestro querido Xavier, elevan a la eternidad.
Descanse en paz.