Un año que la vida nos había venido avisando que así sería

AEBOX/Alessandro Diassare.

¿Por qué?
Porque es claro que 20+20 = a 40. Así de fácil.

Y 40 representa eso, una cuarentena.
Una cuarentena que puede tomarse literal, 40 días. O una cuarentena que puede tomarse simbólica, es decir: un aislamiento o recogimiento que puede ser desde un minuto, una hora, una semana, una década…entiéndase aislamiento introspectivo ó guardase en casa literalmente.

Y al hablar de boxeo o relacionarlo con lo sucedido en éste año, es hacer un simil.

Porque la vida es así, como una pelea arriba del ring.
Puede llegar y presentarse súbitamente a nuestra puerta una adversidad (crisis) y tomarnos por sorpresa, sin estar preparados por estar acostumbrados a nuestra zona de confort.
O todo lo contrario, estar siempre alerta y disciplinado con la guardia arriba.

Y por lo mismo ¿qué pudimos dar o queremos dar?

Podría ser como la pelea al tú por tú como la del gallo Estrada vs Carlos Cuadras y ser tú, Estrada, y salir con la mano en alto aunque la pandemia te haya hecho batallar hasta tus límites.

O quizás diste un peleón legendario como la que dio Chon Zepeda vs Baranchyk.

Pudo haberte impactado con la mano pesada como saludo de bienvenida al inicio de la pandemia. Y lo soportaste porque así como el Chon, te agarró con la guardia arriba. Sin embargo, como la crisis (pandemia) es un depredador frío e inmisericorde, te derriba y te manda a la lona porque tal vez perdiste un negocio, y aún así te levantaste a seguir dando la pelea y que repetidas veces la vida te golpeó al quitarte un proyecto, una casa, un auto, quizá un buen amigo, vecino o familiar, nunca te rendiste, cuidaste a los tuyos y lo poco que tenías, que era tu salud y ganas la pelea.

O tal vez la vida te noqueó en el segundo tercio de la pelea como le sucedió a Santacruz y te mando tendido cuan largo eres al hospital. Pero como no eres «un guerrero de clase baja», cuando abriste los ojos después de haber respondido al tratamiento en la sala de urgencias, lejos de mostrarte triste o asustado, sonreiste porque no ganaste un cinturón verde y oro sino, le ganaste la batalla a la muerte.
Y quieres la revancha porque ahora que te has recuperado vas a hablarle por teléfono o visitar a esa persona que desde hace tanto quieres hacerlo. Porque la crisis no solo te sacudió el sistema inmunológico, también te acomodó las ideas y las emociones.

También pudo ser que te haya querido intimidar con comentarios en tv, face, youtube, periódicos y cualquier medio informativo que decían que no podrías con él (la crisis pandémica) queriéndote dar por vencido sin aún sonado la campana siquiera, sin recibir ni siquiera un jab, un gancho al hígado, un upper cut o cualquier impacto en tu humanidad.

Así como le pasó a Teófimo vs Lomachenko. Aunque precavido y bien asesorado por tus entrenadores das la batalla. Demuestras que al haber cuidado tu salud porque decidiste dejar el cigarro, cuidaste la dieta, rechazaste el alcohol y las drogas, así como cuidaste tu dinero al saberlo invertir en bienes y negocios, tal vez. Descubres que al escuchar el anuncio y ver la llegada de tu rival, te agrandas. Y cuando suena la primer campanada subes la guardia tomando tu sana distancia, subes la guardia al ponerte una mascarilla y no lo dejas entrar ni en tu persona ni en tu casa.
La crisis, cambiándote los ángulos de ataque lanzándote desinformación, comentarios incendiarios como: «el virus no existe, es una campaña de miedo del gobierno para someterte y mantenerte dominado».

Tú, no haces mas que escuchar a tus asesores de verdad y no permites ni el más mínimo acercamiento de tu rival. Todo esto logra mantenerlo lejos de su alcance y no hace mas que rozarte con un leve resfriado.
El tiempo, que no se detiene por nada ni por nadie, en el aviso de los 10 segundos nos anuncia la llegada de una vacuna que, es como una luz al final del túnel.

Tú, no bajas la guardia y no haces mas que mantenerla a distancia y te coronas como ganador absoluto de todos los organismos que existen. Hurras para ti.

Pero, quizás seas un «guerrero» legendario y mitológico como Saúl Canelo Álvarez.

Ataviado con tu lujoso «jorongo rojo» llamado disciplina, con tu guardia bien montada que era tu mascarilla. Al sonido de la trompeta, que era la de tus entrenadores y guías.

Después, suenan las primeras notas para anunciarte como el mejor libra por libra del momento.

Tu rival, el mejor en su categoría y en la cúspide de su momento no encuentra la manera de tocarte ni desde el ángulo de la salud, porque también has cuidado la dieta.

Tampoco por la falta de condición atlética porque te has cuidado yendo a correr y descansando a tus horas.
Desde el ángulo de la economía tampoco porque así como has trabajado, ahorraste r invertiste en negocios.
La crisis te lanza ganchos desesperadamente por tocarte en tu salud, lo cual no sucede porque vives sin vicios y con moderación en tu persona.

Te mueves hacia adelante con la guardia siempre arriba esquivando sus ataques con movimientos rotativos y movimientos de cintura acompañado de pasos laterales para evitar ser conectado y contra golpeas con aislamientos para mantenerte en forma dentro de tus instalaciones.
Como persona, deportista, empresario y ser humano, tu vida y mentalidad ha sido de afrontar los retos, no como improvisado sino como un trabajador continuo en tu vida.

Así, podrán soplar fuertes vientos de adversidad y llevarte a la oscuridad y aún así gracias al respaldo de disciplina, asesoría profesional y por supuesto tu mentalidad, tu porcentaje de punch* te llevará a la victoria.

Cada uno de nosotros tomará lo bueno o lo malo de este año según su perspectiva, su preparación y su mentalidad ante el hecho.

¿Vivir para siempre en este mundo puede ser?
Quizás.

Muy probable por la huella que dejen nuestros actos.

Me despido de ustedes desde un planeta llamado México con un pensamiento que plasmó y va muy acorde, el rey poeta Nezahualcóyotl y versa así: «AMO EL CANTO DEL TZENTZONTLE, PÁJARO DE CUATROCIENTAS VOCES.

AMO EL COLOR DEL JADE Y EL ENERVANTE PERFUME DE LAS FLORES.

PERO AMO MÁS A MI HERMANO EL HOMBRE.

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