Canelo destruyó a Saunders y ya piensa en Caleb Plant

AEBOX/Juan Álvarez/ — Al principio era solo verbo, y luego el verbo se hizo carne. Tras meses de habladurías, mensajes encriptados y proclamas desde el púlpito de las redes sociales, llegaba el día de la conflagración final.

9 de mayo, día elegido para ungir con la dignidad imperial a un nuevo soberano ecuménico en la categoría de las 168 libras. En el albero añil encerrado en las 16 cuerdas, Canelo Álvarez y Billy Joe Saunders presentaban su candidatura. Hoy, por un golpe o la acumulación de miles de ellos, ganar era ganar.

Los combates mal llamados «menores» se sucedían en un sentido ascendente de importancia, relevancia y emoción; la escalera sensitiva llenaba la arena, repleta de almas como en tiempos anteriores de la pandemia, de la mezcolanza de vapores humanos que se expiden tras el torrente de emociones que el boxeo proporciona.

Los contendientes de la batalla final esperan su turno de palabra para dar inicio a su predicamento manual. Un pelirrojo tapatío ultima sus ejercicios de calentamiento sobre el aterciopelado firme del vestuario. En el vestuario rival, en una mezcla de cercanía y distancia que solo se puede dar en el boxeo, un gitano rubio marcado en púrpura en su pómulo termina de ser vendado; en las batallas de nuestro tiempo, las picas y rifles de retrocarga se sustituyen por vendas y guantes de 12 onzas.

Las peleas de aperitivo cumplen su función.

Los segundos espadas cortan un trozo de la tarta de la gloria y paladean una fracción de su dulce sabor. Vencedores y vencidos se retiran para dar paso al número final.

El peso de una nación sublimada en tres colores y un hombre. Billy Joe Saunders, con preciosa pantaloneta con los colores de la bandera gitana que se acerca a la capilla central del ATyT. Los guantes amarillos flúor atraviesan el aire como una cuña mientras el de Londres luce relajando mientras se acerca al ring.

Joven, invicto, campeón mundial en dos divisiones. El tapado en las apuestas y pronósticos que no sabe mantener la boca cerrada. Mientras mira de manera complaciente a este y oeste y a la cámara, uno al ver a Billy Joe no puede dejar de pensar que si cumpliera la mitad de cosas que promete dominaría el mundo.

Guitarra, vihuela, violín y arpa. Mariachis y faldas de vuelo multicolor con medida coreografía al son de las notas. Una bandera tricolor presidida por el águila sobre el árbol del nopal; poncho blanco y calzón de purísima y oro.
Canelo sigue siendo el rey.

Cinturones a la atmósfera que reivindican a su dueño. Cartas de presentación que recuerdan a la hoja de servicios de un mariscal de campo prusiano. El boxeo es una religión porque la liturgia ha comenzado media hora antes del reparto de golpes.

El bullicioso cuadrilátero, copado antes por las personalidades que nutren a la rica constelación del boxeo, se vacía para dar paso a los dos protagonistas que dan de comer al resto.

Canelo y Billy Joe frente a frente. No hay excusas ni escapatorias. Lo que haya de ser, será ahora.

Primer asalto de tanteo. Saunders se mueve con la tensión eléctrica de la responsabilidad alrededor del campeón. Amaga arriba y abajo, poniendo el mismo ímpetu en soltar manos que en cubrirse. El de Guadalajara está tranquilo, comienza a lubricar su cadera. Aprovecha que su rival es zurdo y proyecta su pierna izquierda fuera del rival para conectar con esa misma mano al costado del gitano. Asalto igualado. Cada uno a su esquina.

Segundo asalto que comienza igual. Canelo comienza a carburar su mano derecha, que desplaza a Saunders. Billy Joe sigue moviéndose, entra y sale tras el jab y golpes abajo, luciendo en ocasiones como olímpico. El mexicano, virulento en el golpear, parece dispuesto a cobrarle peaje al londinense por cada falla en su concentración.

De la necesidad se hace virtud. Canelo quiere ( y puede) neutralizar la movilidad de Saunders. Deja de golpear en el tren superior y se lanza al tronco. Aterriza con la derecha de manera repetida.

La movilidad de Saunders comienza a tornarse hierática. La efervescencia inicial se torna progresiva en espera y busca del contragolpe. Saunders puede aguantar, Canelo también. Falta saber quién llegará antes a la meta con estos planes.

La deliciosa e infalible movilidad que hizo invicto a Saunders parece estar en entredicho. A cada paso chica de espaldas contra las cuerdas; el jab acierta a castigar el aire donde hace una milésima de segundo estaba su rival.
A pesar de que Canelo no avasalla ni castiga, cada vez se le ve más cómodo. Pelea igualdad pero con sensación de control por parte del de Guadalajara.

Guardia baja. Vista al frente. Defensa desenfadada del británico. Sus pies recuperan su estamina y solo levemente acarician el tapiz del ring. Canelo aprovecha la guardia inversa de su rival para conectar duros golpes al pecho.

Saunders sigue en la pelea.

En el ecuador de la larga travesía a la gloria, Saunders parece agigantarse. Acoplado, con tranquilidad ansiosa donde antes había nervios, Coloca el jab en la humanidad mexicana y vuelve a su lugar. Cuando se queda quieto, se agazapa esperando desatar a su mano derecha.

Canelo, tras su grueso escudo de guantes, parece esperar su oportunidad. Si no llega, la creará él mismo.

La fuerza pausada de Canelo tiene un objetivo. Golpe tras golpe, derecha e izquierda se acumulan en el rostro de Billy Joe.

En el octavo, en este ir y venir de golpes, el ojo derecho de Saunders se cierra de golpe. La esquina asume la realidad. Saunders está pasando de jugarse a un cinturón a jugarse la vida. Saunders no sale al noveno asalto.

En toda la inmensidad que se recorre entre esquina roja y azul, Saunders aparece abatido mientras Canelo celebra y busca su nuevo cinturón.

Por KO técnico, Canelo es campeón unificado de AMB, OMB, CMB y The Ring del peso supermedio. En un pleito donde Saunders estuvo sobradamente a la altura de las expectativas, el oficio y la potencia de Canelo resultaron determinantes.

Solo queda saber quién es el siguiente en la lista.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *